La vida de William Branham (a quien llamamos el Hermano Branham) comenzó en la primavera de 1909. Nació en una familia demasiado pobre, en lo profundo de las colinas del sur de Kentucky. Pocos minutos después de su nacimiento en una pequeña cabaña de una sola habitación, una Luz peculiar entró al cuarto y se mantuvo suspendida sobre la cama donde él estaba acostado. Acababa de empezar una vida sobrenatural que cambiaría la Cristiandad moderna.
Con un padre alcohólico y un hogar carente de religión, las posibilidades no lo favorecían mucho. Pero, a pesar de todo esto, el Hermano Branham se convirtió en un poderoso hombre de Dios. Como a los 38 años, él estaba orando en una pequeña cabaña de caza, al norte de su hogar, en Jeffersonville, Indiana. Entonces, a plena noche, fue cuando el Ángel del Señor lo visitó y lo comisionó a orar por los enfermos.
George J. Lacy —inspector de documentos dudosos de la Oficina Federal de Investigación de EE. UU. — dijo: “La luz dio en el lente de la cámara. El ser sobrenatural estaba allí”. En el transcurso de la historia, esta es la primera vez que se ha demostrado científicamente la presencia de un ser sobrenatural. ¿Qué era esa Luz sobrenatural? ¿Quién o qué estaba en la plataforma con el profeta esa noche en Houston, Texas?
Fue una noche llena de controversia en el Coliseo Sam Houston. El Hermano Branham estaba dirigiendo un avivamiento de sanidad que estremecía la tierra. Las bendiciones del Señor Jesús se derramaban como lluvia sobre los campos espirituales de trigo. Pero las grandes señales y maravillas no estaban exentas de críticas. Como siempre, el enemigo levantó un adversario. Esas dos fuerzas se enfrentaron en Houston, Texas, y el mismo Señor Jesús descendió a pelear la batalla.
La nube que el Hermano Branham describió como una constelación de Ángeles fue fotografiada varias veces desde la frontera sur de Arizona hasta la frontera norte. No solo se documentó en Arizona, sino que también en la Región Norte de México, el oeste de Nuevo México y el sur de Colorado.
Los expertos calcularon que estaba a una altura de aproximadamente 42 kilómetros, lo cual, según la ciencia, es 27 kilómetros más de donde se pueden formar las nubes y 24 kilómetros más alto de lo que puede alcanzar un avión. Aunque, los expertos nunca explicaron el evento, la ciencia siempre da alguna explicación. Su mejor suposición afirmaba que la nube viajó unos 800 kilómetros en dirección este desde la Costa Oeste, a una velocidad de 218 kilómetros por hora. Eso fue prácticamente un milagro; puesto que, considerando que la velocidad del viento es de 153 kilómetros por hora, permaneció intacta durante todo el trayecto y no reportaron ningún avistamiento en una de las zonas más pobladas de la tierra (Los Ángeles).
En la Biblia, Dios siempre trajo Su Mensaje a los pueblos del mundo por medio del profeta de la edad. Él le habló a Moisés por medio de una zarza ardiendo y lo comisionó a dirigir a los hebreos en su salida de Egipto. La Columna de Fuego y otras señales fueron dadas en vindicación de su ministerio. Juan el Bautista trajo un Mensaje preparando al mundo para el Mesías venidero. Mientras bautizaba al Señor Jesús en el Río Jordán, una Voz del Cielo confirmó la comisión de Juan de presentar el Cordero de Dios; «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Años más tarde, la Voz del Señor se pudo oír nuevamente hablándole a un profeta, cuando le habló a Pablo por medio de esa Luz cegadora, que después lo comisionó a establecer en orden las iglesias. En todo el Nuevo y Antiguo Testamento, Dios nunca le ha hablado a Su pueblo por medio de un sistema denominacional o una organización religiosa. Él siempre le ha hablado al pueblo por medio de un hombre: Su profeta. Y Él vindica a estos profetas con señales sobrenaturales.
¿Entonces hoy? ¿Aún Dios les revela Su Palabra a los profetas? ¿Aún existen las señales sobrenaturales? ¿Podría Dios enviar un profeta actual al mundo? La respuesta es un resonante: “¡Sí!”
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